sábado, 21 de julio de 2007

Oaxaca: alerta maxima

Desfiladero

Jaime Avilés

Oaxaca: alerta máxima

Puede haber una matanza el lunes

Llamado a la solidaridad mundial

Zapatero, obligado a alzar la voz

Aunque La Jornada las publicó apenas el pasado día 19, hay que volver a ver las tres fotos que enlutan -iba a decir ilustran- esta plana. En la primera, Ulises Ruiz, de casco, tolete y escudo, lleva del brazo a un ciudadano llamado Emeterio Merino Cruz Vázquez, albañil y plomero, que nació hace 43 años en San Pedro Pochutla, está casado y tiene cuatro hijos, dos niñas y dos niños, que estudian la secundaria y la prepa. Nótese por favor que al ser trasladado, caminando por su propio pie, no opone la menor resistencia. Tiene, sí, los ojos muy abiertos en señal de alerta y se percibe lo rápidamente que le late el corazón y la resequedad que el susto le ha dejado en la boca.

Ayer por la tarde sus familiares me contaron que el pasado lunes, a la hora en que Ulises Ruiz dio la orden de atacar con garrotes, piedras y gases el plantón de los maestros de la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca que bloqueaban las instalaciones de la Guelaguetza, Emeterio salió de su casa para ir a otra, más o menos cerca, donde lo esperaban para que reparara un baño. Desgraciadamente, cuando vio la trifulca y trató de alejarse, varios Ulises Ruiz lo persiguieron, lo rodearon y golpearon para "ablandarlo".

La segunda foto muestra con claridad cuáles fueron las instrucciones que Ulises Ruiz impartió y cumplió con entusiasmo y vocación didáctica, y muy seguramente con un principio de erección peneana debida al placer que tal vez le causan los actos de sadismo. Obsérvese cómo mientras Emeterio ya está sentado en el suelo, en una calle cubierta de piedras, envases de plástico y recipientes de gas lacrimógeno, un Ulises Ruiz metrosexual, con los brazos hercúleos y desnudos, que sostiene el escudo y el tolete con la extremidad superior derecha, lo agarra del codo con la otra mano.

Fíjese cómo contemplan la escena otros dos Ulises Ruiz uniformados y un sujeto de pantalones, chamarra, camisa y cachucha de civil, que no sirven para ocultar su real identidad criminal: Ulises Ruiz. Adviértase cómo, en tanto, otro Ulises Ruiz de uniforme y con un paquete de botellas de agua en la izquierda, se aleja de la escena hacia un autobús aparentemente quemado.

¿Qué sucedió entre la segunda y la tercera fotografía? No lo sabemos pero no nos cuesta trabajo deducirlo. Durante la oleada represiva de noviembre, un arquitecto salió de su estudio con un plano que acababa de dibujar y buscaba una papelería para fotocopiarlo cuando Ulises Ruiz lo atacó por sorpresa y lo golpeó con tal saña que le vació la cuenca de un ojo. En esas mismas fechas, y en ese mismo clima, una bestia de la Policía Federal Preventiva le cercenó un dedo a una señora de un garrotazo. Imagínese la furia que debía contener el cerebro de ese gorila y la fuerza que éste le imprimió a su brazo para que el tolete actuara como machete y amputara el dedo de una mujer.

¿Por qué no hubo un consenso en la República para que a raíz de tales atrocidades se decretara la desaparición de poderes en Oaxaca y Ulises Ruiz, el asesino serial que se dice "gobernador" de aquella entidad, fuera encarcelado, juzgado y sentenciado por todos sus crímenes? Hay una muy simple respuesta: porque la mafia que se robó la Presidencia el 2 de julio estaba insatisfecha con esa política represiva. Héctor Aguilar Camín ya lo había publicado en su columna periodística: la PFP tenía que usar sus armas de fuego "porque las bayonetas se mellan pronto".

Ocho meses después, por increíble que parezca, Ulises Ruiz continúa asesinando personas inocentes como lo muestra la tercera foto de esta serie: después de pasar por los brazos del sádico metrosexual, Emeterio es trasladado en estado de coma al Hospital de Especialidades de Oaxaca, donde ayer, a la hora de escribir estas líneas, permanecía conectado a un respirador artificial, técnicamente muerto. Lo que esta columna no alcanzó a confirmar es si Emeterio figura entre las 33 personas consignadas tras la represión del lunes a quienes un juez les fijó una fianza individual de 2 millones de pesos. Mientras esta duda se despeja, su familia paga a fuerzas mil pesos diarios por las medicinas que consume Emeterio. Este es el México de Felipe Calderón.

Una fuente me cuenta que Emeterio seguirá con vida artificial porque Ulises Ruiz no quiere que fallezca antes de pasado mañana, para que la noticia no ensombrezca los planes que ha hecho para el lunes: ese día está dispuesto a golpear con una saña hasta ahora no vista porque si no consigue despejar la zona del cerro para que se represente la Guelaguetza, la APPO demostrará que ya no gobierna. Esa es la apuesta, ese es el gran peligro y la voz de alerta que debe recorrer el mundo: dentro de 48 horas puede haber una matanza en Oaxaca. Nuestro deber no se reduce a impedirla sino a que de una vez por todas caiga y sea castigado el asesino.

Por su parte, después de su visita a nuestro país, de conocer en persona a Calderón, de mirarlo a los ojos, de percibir su pequeñez esencial, de estrechar la mano que se robó la Presidencia y aún estaba húmeda porque acababa de lavar más de 200 millones de dólares incautados a un presunto contrabandista, José Luis Rodríguez Zapatero tiene la obligación moral de hacer algo por los mexicanos. Externar, aunque sea, su "preocupación" por Oaxaca y por el estado de los derechos humanos en México.

Una mínima consecuencia positiva de su visita, hay que reconocerlo, es que la agencia española de noticias Efe ya dejó de llamar "alzados" a los militantes de la APPO, debido quizá a que en lugar de la embajadora franquista de Aznar ahora se encuentra Carmelo Angulo, un socialista que conoce por dentro América Latina y que deberá trabajar muy duro para establecer relaciones de amistad entre el gobierno español y el movimiento de López Obrador pensando en el futuro cercano. Porque al ritmo que van las cosas...


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