miércoles, 10 de septiembre de 2008

De realidades alternas...


Fecalistas wannabes

Publicado por Renegado Legítimo

Parece ya un lugar común decir que, a raíz de las más recientes elecciones presidenciales, México se ha polarizado. Como nunca, el encono entre los bandos contendientes ha alcanzado niveles alarmantes, debido principalmente a una estrategia implementada por el Partido Acción Nacional y su candidato, Fecal. La “campaña del miedo”, el odio inducido, el desprecio al oponente, etcétera, son la causa del clima de tensión que, a más de dos años de celebrados los comicios, todavía se respira en el país, y que por lo visto seguirá respirándose por mucho tiempo más.

Sin embargo, no es acertada la visión según la cual, la polarización se da a partir de las diferencias socioeconómicas o “de clase”. La teoría de que a López Obrador lo apoyan los pobres, y a Fecal los ricos, es demasiado simplista. La realidad es más complicada que eso. Hay mucha gente de clase media e incluso alta que votó por AMLO, como también hubo gente de estratos sociales que de lo que menos pueden presumir es de ser privilegiados, que sufragó por Fecal. En ambos casos, sin embargo, por razones muy diferentes. A ese último segmento pertenecen los llamados fecalistas wannabes (FW).

¿Qué es un FW? Una definición coloquial del término “wannabe” es: “el que pretende aparentar lo que no es, a partir de la afirmación grotesca, o la negación, de aquello que sí es”. El wannabe es el clásico quiero y no puedo, el look at me, el que está dispuesto a sacrificar todo, principalmente sus ideas, en aras de estar “in” y de verse “cool”.

Un FW, por lo tanto, es aquella persona que, aun cuando nunca en su vida ha pertenecido (ni, probablemente, pertenecerá) al grupo de familias privilegiadas por el poder económico y político de este país, defiende hasta con los dientes la “ideología” panista-fecalista. Una ideología de la cual el pobre no puede, es obvio, obtener ningún provecho (pues por definición ésta ha sido diseñada para beneficiar a la cúpula dominante), como no sea el que le vendieron durante meses de bombardeo propagandístico en el sentido de que votando por Fecal evitaría la catástrofe que de otro modo se cerniría sobre los mexicanos. Tampoco tiene claro en su mente el FW los perjuicios que más de lo mismo en materia económica y política le pueden acarrear. En última instancia eso es lo que a él menos le importa: si defiende al fecalismo no es por ideología o principios, sino porque piensa que es lo que está de moda, y muy en el fondo de su cerebro tiene la convicción de que de esa manera puede “rozar” el mundo de la “gente bien”; que su apoyo a Fecal lo hermana con los poderosos; que por fin puede ser “gente como ellos”; que apoyar a Fecal es lo que hace la gente bonita, educada, decente, estudiada, que sí sabe gastar, que sí sabe viajar, etc. Poco importa que, en los hechos, ese “mundo VIP” le esté vedado. Para este tipo de mexicano, que quizá se avergüenza de su piel cetrina, o del vocho destartalado que maneja, la esperanza es lo último que muere. Con la ventaja enorme de que no necesita seguir jugando Melate cada semana para acariciar el sueño de convertirse en gente bonita: basta mutar en fecalista convencido para automáticamente sentirse parte de los winners, de los que “la han hecho” en este país; de los que no necesitan pensar, ni reflexionar, ni luchar, sino simplemente ser.


Un FW se declarará fervoroso partidario de la “legalidad” y el “Estado de derecho”, y hasta hará muecas de desprecio ante “esos alborotadores del pe-erre-dé” que “no saben perder” y que “ya ni la chingan (sic) con sus bloqueos”, y luego tranquilamente relatará entre risotadas que anoche “me apañó la tira” por conducir en estado inconveniente, percance que pudo librar a cambio de una jugosa mordida: “pinche poli me bajó 200 varos”. Obviamente sus amigos le festejan su gracia entre palmadas en la espalda y brindis donde le mientan la madre al “gobierno corrupto”.

El FW tiene como referente cultural, y casi como única fuente de información, el canal de cable MTV. Conocen de memoria los títulos e intérpretes de las canciones de moda, y piensa que con eso está “informado” y que podrá apantallar a “sus cuates”. No conoce (y tampoco le importa) qué está sucediendo en Oaxaca (algunos, ni siquiera tienen claro dónde queda ese estado), pero es capaz de recordar correctamente el horario del programa Southpark. Convenientemente prefiere ignorar el hecho de que la versión de MTV que ve en su pantalla es la latina, muy diferente a la original en inglés, idioma que ni de lejos domina. No importa, él es parte de la aldea global por el simple hecho de observar como idiota todo el día videos musicales y programas insulsos.

Los FW cuyos padres trabajan en el gobierno, o en alguna empresa paraestatal, léase PEMEX, CFE, etc., defienden a Fecal porque dicen que gracias al PAN “mi jefe tiene chamba”. Esto mismo lo decían hace apenas 8 años pero respecto al PRI, para justificar en aquel entonces su apoyo a Labastida. Cabe mencionar que los FW por lo general manifiestan sus preferencias políticas a posteriori, es decir, siempre apoyan a quien ya se encuentra en el poder, y jamás de los jamases a quien aun no lo conquista. Por eso en el 2000 apostaban por la continuidad del PRI y en 2006 por la del PAN. Esto pueden hacerlo sin ningún conflicto interno porque, como ya vimos, no existe una real ideología, sino pragmatismo puro.

Es común ver a los FW jóvenes hacer largas filas a la entrada de los antros de moda, esperando a que el cadenero de dichos lugares les autorice el acceso. En ese sentido no hay dignidad que valga: es perfectamente bien visto que un FW se desgañite gritando: “¡Aquí, aquí, somos dos parejas wey!!” con tal de entrar al lugar, donde, con un poco de suerte, conocerá unos forros, beberá del mejor chupe, y se la pasará ¡de pelos!, rodeado de gente bonita, en un ambiente very cool. Sobra decir que los auténticos niños bien sonríen con desprecio ante estos FW que piden a gritos al dj canciones de reggaetón, que ordenan al mesero un pomo de Terry (cuando no de Bacacho) y que casi siempre se van sin dejar propina, digo si la neta es que el sueldo de papi no da pa’ tanto, no? Cuando salen del antro (generalmente hasta atrás), les gusta arrancar a toda velocidad “pa’ impresionar a las nenorras” el vehículo que esa noche le fue prestado por papi, pero al que orgullosamente se refieren ante sus cuates como MI troka o MI nave.

El FW vive para los demás, para la apariencia, para el qué dirán. Lo importante es estar “in”, ser “cool”, ¡para nada! ser “naco”. Es im-per-do-na-ble que un FW dé visos de alguna originalidad: es inmediatamente tachado de “weird” de “psycho”, de “nerd”. La regla aquí es la masa, la uniformidad, el ser el perfecto zombie que encaja dentro de un patrón prestablecido. Ser fecalista es la expresión “política” de semejante castración de la personalidad. El fecalista es winner, todos los demás unos losers. Ser fecalista le permite al individuo común y corriente, mediocre, creerse parte de la gente que él admira. Y lo mejor de todo es que se le exige mínimo esfuerzo, no sólo físico, sino mental ¿Qué importa la cultura? ¿Qué son la inteligencia, el sentido crítico, la solidaridad con el prójimo, la conciencia social, la capacidad de análisis, y todos los demás atributos de la gente pensante? En pleno siglo XXI, para ser parte de la nice people no se requiere cerebro, energía, un objetivo en la vida, y ni siquiera dinero. Basta abrazar la moda imperante, basta gritar desde lo más profundo del corazón (que no del alma): look at me!

Actualizado: Martes 14:46

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